Génesis 11

1.
Una sola lengua.
Literalmente "un labio y una clase de palabras", lo que indica no sólo un idioma que entendían todos sino también la ausencia de diferencias dialectales. 
Todos los hombres tenían la misma pronunciación y el mismo vocabulario. La unidad de idioma va junto con la unidad de origen; además, un idioma común es un poderoso estímulo que promueve la unidad de pensamiento y acción. Las investigaciones modernas en el campo de la gramática comparativa han demostrado concluyentemente que todos los idiomas conocidos se relacionan y que proceden de un idioma original común. Pero ningún científico podría decir si alguno de los idiomas conocidos se parece a aquel idioma original. Es posible, y aun probable, que alguno de los idiomas semíticos, como el hebreo 296 o el arameo, sea similar al idioma que hablaron los hombres antes de la confusión de lenguas. Los nombres personales del período precedente a la confusión de lenguas, hasta donde puedan ser interpretados, tan sólo tienen sentido si se los considera originalmente semíticos. El libro del Génesis, que es el registro que contiene esos nombres, está escrito en hebreo que es un idioma semítico, por un autor semita y para lectores semitas. Por lo tanto, también es posible, aunque es improbable, que Moisés tradujera al hebreo esos nombres de un idioma original desconocido, para que sus lectores pudieran comprenderlos.
2.
Cuando salieron.
Tal como lo indica la forma verbal "salieron" -literalmente: "tirar para afuera", como las estacas de una tienda- los hombres vivieron una vida nómada durante un tiempo después del diluvio. La región montañosa del Ararat no se adaptaba bien a propósitos agrícolas. Además, los que renegaron de Dios se molestaban por el testimonio silencioso de las vidas santas de los que permanecieron leales a la Divinidad. Por eso los malos se separaron de los buenos. Los que desafiaban a Dios se alejaron de la comarca montañosa (PP 112).
De oriente.
La traducción de la VVR "de oriente", por miqédem, provoca confusión. La misma expresión hebrea se traduce "al oriente" en el pasaje del cap. 2: 8 y "hacia el oriente" en el pasaje del cap. 13: 11. Para llegar a la tierra de Sinar, Babilonia, saliendo de las montañas del Ararat, necesariamente la dirección del viaje tiene que ser hacia el sudeste y no "de oriente" yendo en dirección occidental. En cambio en la Versión Moderna se lee "hacia el oriente".
Hallaron una llanura.

Es decir, una amplia pampa o extensión de tierra sin montañas. En la antigüedad, la llanura de la Mesopotamia meridional, con frecuencia llamada "Sinar" en la Biblia (ver com. de cap. 10: 10), era una región bien regada y fértil. Allí prosperaba la civilización más antigua que se conozca, la de los
sumerios. La pala de los arqueólogos revela que esa tierra estuvo densamente poblada en los tiempos históricos más remotos. Este hecho concuerda con el Génesis en cuanto a la localidad en la cual primero se procuró hallar un lugar de radicación permanente. Las excavaciones también han demostrado que la población más antigua de la baja Mesopotamia poseía una cultura elevada. Los
sumerios inventaron el arte de escribir en tablillas de arcilla, construían casas bien edificadas y eran peritos en la producción de alhajas, herramientas y utensilios caseros.

3.
Hagamos ladrillo.

La llanura de Babilonia, de formación aluvial, carecía de piedras de cualquier clase pero tenía abundante arcilla para hacer ladrillos. Como resultado, la baja Mesopotamia siempre ha sido una tierra de construcciones de ladrillos, en contraste con Asiria donde abundan las piedras. La mayoría de los ladrillos de los tiempos antiguos, al igual que en la actualidad, eran secados al sol, pero
los ladrillos para edificios públicos eran cocidos al fuego para hacerlos más duraderos. Este proceso fue ampliado por los colonizadores más remotos de la Mesopotamia, como lo testifican tanto la Biblia como las excavaciones arqueológicas.

Ladrillo en lugar de piedra.
Escribiendo para los hebreos de Egipto, país de majestuosos monumentos y edificios públicos de piedra, Moisés explica que en Babilonia se usó ladrillo debido a la falta de piedras. Este detalle, como muchos otros, comprueba la exactitud histórica y geográfica de la narración del Génesis.
Asfalto en lugar de mezcla. 
Este es otro detalle exacto acerca de los métodos babilonios de construcción.  La palabra hebrea traducida aquí "asfalto" tiene exactamente ese significado, o el de betún. En la Mesopotamia abundan el petróleo y sus productos afines, y existían pozos de asfalto en la proximidad de Babilonia tanto como en otras partes del país. Habiendo descubierto que el asfalto es durable, los primitivos constructores babilonios lo usaron muchísimo en la erección de edificios. El asfalto pega tan bien los ladrillos, que es difícil separarlos cuando se demuele un edificio. En realidad, es casi imposible desprender ladrillos de las ruinas antiguas en cuya construcción se usó asfalto.
4.
Edifiquémonos una ciudad.
Caín había edificado la primera ciudad (cap. 4: 17), quizá para eludir la vida
nómada que Dios le había impuesto. El plan original de Dios era que los
hombres se esparcieran por la superficie de la tierra y la cultivaran (cap. 1:
28). La edificación de ciudades representaba una oposición a ese plan. La
concentración de los seres humanos siempre ha fomentado la ociosidad, la 297
inmoralidad y otros vicios. Las ciudades siempre han sido focos de
delincuencia, pues en tales ambientes Satanás encuentra menos resistencia a sus
ataques que en las comunidades más pequeñas donde la gente vive en estrecho
contacto con la naturaleza. Dios le había dicho a Noé que repoblara, o llenara
la tierra (cap. 9: 1). Sin embargo, temiendo peligros desconocidos e
imaginarios, los hombres quisieron edificar una ciudad con la esperanza de
encontrar en ella seguridad mediante la obra de sus propias manos. Eligieron
olvidarse que la verdadera seguridad proviene tan sólo de confiar en Dios y
obedecerle. Los descendientes de Noé, que se multiplicaban rápidamente, deben
haberse apartado muy pronto del culto del verdadero Dios. Buscaron protección
debido al temor de que sus malos caminos atrajeran de nuevo una catástrofe.
Una torre.
Esta daría a los habitantes de la ciudad la deseada sensación de seguridad.
Una ciudadela tal los protegería contra ataques y los capacitaría -así lo
creían- para escapar de otro diluvio, a pesar de que Dios había prometido que
nunca sucedería. El diluvio había cubierto las más altas montañas del mundo
antediluviano, pero no había llegado "al cielo". Por lo tanto, si podían
erigir una estructura más alta que las montañas -razonaban los hombres-
quedarían a salvo, sin importar lo que Dios hiciera. Las excavaciones
arqueológicas revelan que los habitantes más antiguos de la baja Mesopotamia
levantaron muchos templos en forma de torres, dedicados al culto de diversas
deidades idolátricas.
Hagámonos un nombre.
La torre de Babel tenía el propósito de llegar a ser un monumento a la
sabiduría superior y a la habilidad de sus edificadores. Los hombres han
estado dispuestos a soportar penalidades, peligros y privaciones a fin de
hacerse de "un nombre" o reputación. El deseo de buscar renombre
indudablemente fue uno de los motivos impelentes para construir la torre.
Además, el orgullo puesto en una estructura tal tendería a mantener la unidad
para la realización de otros proyectos impíos. De acuerdo con el propósito
divino, los hombres deberían haber preservado la unidad por medio del vínculo
de la religión verdadera. Cuando la idolatría y el politeísmo rompieron ese
vínculo espiritual interno, no sólo perdieron la unidad de la religión sino
también el espíritu de hermandad. Un proyecto como el de la torre, que buscaba
preservar por un medio externo la unidad interior que se había perdido, estaba
condenado al fracaso. Es obvio que únicamente los que habían renegado de Dios
tomaron parte en esas actividades.
5.
Descendió Jehová.
Este descenso no es igual al del Sinaí, donde el Señor reveló su presencia en
forma visible (ver Exo. 19: 20; 34: 5; Núm. 11: 25; etc.). Sencillamente es una
descripción en lenguaje humano de que los hechos de los hombres y mujeres nunca
están ocultos de Dios. Cuando los hombres edificaron hacia el cielo y se
exaltaron a sí mismos, descendió Dios para investigar sus planes impíos y para
derrotarlos.
Edificaban.
La forma del perfecto del verbo hebreo traducida aquí "edificaban" implica que
la construcción iba progresando rápidamente hacia su terminación. La expresión
"hijos de los hombres" -literalmente "hijos del hombre"- es tan general en sus
alcances como para sugerir que todos, o por lo menos una mayoría, de los que no
servían más a Dios participaron en el proyecto.
6.
Han comenzado la obra.
La torre de Babel era un expresión de la duda en la promesa de Dios y de
oposición obstinada a su voluntad. Era un monumento a la apostasía y un
baluarte de la rebelión contra la Divinidad. No era sino el primer paso de un
plan maligno, magistral, para regir el mundo. Esto exigía una acción pronta y
decisiva para advertir a los hombres del desagrado de Dios y para frustrar sus
proyectos impíos. Para que los seres humanos sepan que Dios no es arbitrario
en su proceder y que no actúa por impulsos súbitos, aquí se lo representa como
consultándose consigo mismo. Se declara abiertamente cuál es la razón de su
intervención.
A no ser por el poder refrenador de Dios, ejercido de cuando en cuando en el
curso de la historia, los malos propósitos de los hombres habrían tenido éxito
y la sociedad se habría corrompido completamente. El relativo orden que hay en
la sociedad de hoy se debe al poder moderador de Dios. El poder de Satanás
está ciertamente limitado (ver Job 1: 12; 2: 6; Apoc. 7: 1).
7.
Descendamos.
El uso del plural "descendamos" indica la participación de por lo 298 menos dos
personas de la Deidad (ver Gén. 1: 26).
Confundamos allí su lengua.
Dios no quería destruir otra vez la humanidad. La maldad no había llegado
todavía a los límites que alcanzó antes del diluvio, y Dios decidió reprimirla
antes que alcanzara otra vez ese punto. Al confundir su idioma y obligarlos
así a separarse, Dios tenía el propósito de impedir una acción futura unida.
Cada uno de los grupos podría todavía seguir una conducta impía, pero la
división de la sociedad en muchos grupos impediría una oposición concertada
contra Dios. En repetidas ocasiones, desde la dispersión de las razas en
Babel, algunos ambiciosos han procurado sin éxito contravenir el decreto divino
de la separación. A veces, hábiles dirigentes han tenido éxito en forzar las
naciones para lograr una unidad artificial. Pero con el establecimiento del
glorioso reino de Dios las naciones de los salvados estarán realmente unidas y
hablarán un solo idioma.
Ninguno entienda el habla de su compañero.
No se trataba de que ningún hombre pudiera entender a ninguno de sus prójimos,
pues una situación tal habría hecho imposible la existencia de la sociedad.
Habría diversos grupos de tribus, cada una de las cuales tendría su propio
idioma. Tal es el origen de la gran variedad de idiomas y dialectos del mundo,
cuyo número se aproxima ahora a los tres mil.
La multiplicidad de idiomas, aunque constituiría un obstáculo para los
proyectos humanos de cooperación política y económica, no lo sería para el
triunfo de la causa de Dios. El don de lenguas en Pentecostés había de ser un
medio para superar esta dificultad (Hech. 2: 5-12). Las diferencias nacionales
no impiden ni la unidad de la fe ni de la acción de parte de los hijos de Dios,
ni tampoco el progreso de los propósitos eternos del Altísimo. La Palabra de
Dios está al alcance de los hombres en su propio idioma y los hermanos en la
fe; aunque separados por diferencias raciales y lingüísticas, sin embargo están
unidos en su amor a Jesús y en su consagración a la verdad. La hermandad de la
fe los une más firmemente de lo que podría unirlos la posesión de un idioma
común. El mundo ha de ver en la unidad de la iglesia una evidencia convincente
de la pureza y del poder de su mensaje (ver Juan 17: 21).
8.
Los esparció.
Lo que los hombres no habían estado dispuestos a hacer voluntariamente y en
condiciones favorables, se vieron ahora obligados a hacer debido a la
necesidad. La incapacidad de entender el uno el idioma del otro los llevó a
incomprensiones, desconfianzas y divisiones. Los que podían entenderse entre
sí formaron pequeñas comunidades. Este versículo indica que los edificadores
de Babel fueron esparcidos ampliamente, con el resultado de que poco después
podían encontrarse representantes de la familia humana por casi todo el mundo.
Evidencias procedentes de muchos países testifican de la presencia en ellos de
seres humanos, dentro de un tiempo comparativamente corto después del diluvio.
Los descubrimientos arqueológicos señalan el valle de la Mesopotamia como la
primera región que desarrolló una civilización diferente. Civilizaciones
similares pronto surgieron en Egipto, Palestina, Siria, Anatolia, la India, la
China y en el resto del mundo. Todas las evidencias disponibles confirman las
escuetas palabras de las Sagradas Escrituras: "Los esparció Jehová desde allí
sobre la faz de toda la tierra".
Dejaron de edificar.
Nunca se completó la torre que había de llegar hasta el cielo. Sin embargo, es
evidente por la Biblia y por la historia que la población local que hubo
después completó la obra de edificar la ciudad.
9.
Babel.
Mediante un juego de palabras, los hebreos vincularon el nombre de la ciudad,
Babel, con el verbo hebreo balal, "confundir". Sin embargo, habría sido
extraño que los babilonios hubieran derivado el nombre de su ciudad de una
palabra hebrea. Los antiguos textos babilonios interpretan Bab-ilu o Bab-ilanu
con el significado de "puerta de dios" o "portón de los dioses". Sin embargo,
es posible que este significado fuera secundario y que el nombre procediera
originalmente del verbo babilonio babalu, que significa "esparcir" o
"desaparecer". Quizá los babilonios no estuvieron particularmente orgullosos
de un nombre que les recordaba la culminación afrentosa de los planes
anteriores para la ciudad, y por eso inventaron una explicación que hizo que
apareciera el nombre como un compuesto bab, "puerta" e ilu, "dios" (ver com. de
cap. 10: 10).
La mayor parte de los comentadores modernos explican el relato de la
construcción de la torre y la confusión de lenguas como 299 pura leyenda, o
como una gran exageración de alguna tragedia que ocurrió durante la
construcción de la histórica torre de Babilonia, en forma de templo, que era un
zigurat. En contraposición con lo que han afirmado muchas obras populares
acerca de arqueología bíblica, los arqueólogos no han encontrado ninguna
evidencia de que jamás hubiera existido la torre de Babel. La tablilla K3657
-muy fragmentaria - del Museo Británico, que con frecuencia se ha citado como
una referencia al relato de la construcción de la torre de Babel y a la
confusión de lenguas, en realidad no hace referencia ninguna a este
acontecimiento, como lo han demostrado estudios posteriores y una mejor
comprensión de este texto. El que únicamente cree en los relatos bíblicos que
son corroborados por una evidencia externa, rehusará creer en el relato de Gén.
11. Sin embargo, el que cree que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios,
aceptará como auténtica esta narración junto con todos los otros relatos de la
Biblia.
La pasión de los habitantes de la Mesopotamia por construir elevadas torres no
cesó con la primera tentativa frustrada de erigir una que llegara hasta el
"cielo". Continuaron edificando torres en forma de templos o zigurats durante
toda la antigüedad. Todavía existen varias de tales ruinas. La que está mejor
conservada se halla en Ur, el hogar original de Abrahán. Se desconoce la
ubicación exacta de la torre original. Fue reemplazada probablemente por una
torre-templo erigida posteriormente en Babilonia. Una antigua tradición judía,
probablemente basada erróneamente en las ruinas del siglo VII, ubica la torre
de Babel en Borsippa, una ciudad ubicada a unos 15 km. al sudoeste de
Babilonia. Una ruina imponente de unos 48 m de altura es todo lo que resta de
una antigua torre erigida en Borsippa, que una vez consistió en siete
plataformas coronadas por un templo. Algunas inscripciones de Nabucodonosor
halladas debajo de los fundamentos de la construcción declaran que él completó
la edificación de esa torre, cuya erección había comenzado un rey anterior. El
historiador judío Josefo atribuye la torre a Nimrod, tradición que ha sido
perpetuada por la población local debido al nombre que tiene, Birs-Nimrud. Al
igual que todos los edificios babilonios, esta torre fue construida de
ladrillos y betún y las ruinas muestran las marcas de numerosos rayos que la
hirieron en siglos pasados. La acción de ese intenso calor ha soldado los
ladrillos superiores y el asfalto convirtiéndolos en una sólida masa. Durante
siglos, los viajeros han descrito los efectos del fuego celeste sobre la torre,
generalmente con referencia a los sucesos narrados en Gén. 11.
Sin embargo, no debiera olvidarse que la torre de Borsippa fue construida no
antes del siglo VII AC por Asurbanipal y Nabucodonosor. Cualquiera que haya
sido la ubicación de la primera torre de Babel, han desaparecido todos los
rastros de la estructura original.
Es más probable que la antigua torre de Babel hubiera estado en el lugar del
templo en forma de torre de la ciudad de Babilonia, que una vez estuvo en la
zona del templo de Marduk, en la orilla oriental del Eufrates. Algunas
tradiciones babilónicas pretendían que su fundamento había sido colocado en
tiempos muy remotos. Varios reyes restauraron la torre durante el curso de su
historia. Nabucodonosor fue el último que lo hizo. Esta torre es descrita con
detalles por el historiador griego Herodoto y también por un texto cuneiforme
babilonio. Tenía siete plataformas y una altura total de unos 76 m. El rey
persa Jerjes la destruyó completamente junto con la ciudad de Babilonia en 478
AC. Con el propósito de reedificar la torre, Alejandro Magno hizo despejar los
escombros, pero murió antes de que se pudiera realizar su plan. No queda nada
en absoluto del más alto y más famoso templo en forma de torre de la antigua
Mesopotamia, con excepción de las piedras del fundamento y los peldaños más
bajos de sus antiguos escalones. El hecho de que desde los tiempos de Jerjes
no se pudiera ver nada de esta torre, al paso que otra en la vecina Borsippa
permaneciera en pie, quizá sea la razón para que judíos y cristianos
relacionaran el relato de Gén. 11 con las ruinas de Borsippa.
10.
Las generaciones de Sem.
Este es el encabezamiento acostumbrado para una genealogía (ver caps. 5: 1; 6:
9; 10: 1; etc.). Moisés ahora se ocupa del linaje de Sem, cuya presentación fue
interrumpida por el relato de la confusión de las lenguas. Pero los vers.
10-26 no constituyen una continuación del cuadro de las naciones del cap. 10;
presentan la genealogía del linaje patriarcal desde Sem hasta Abrahán. El cap.
10 presenta la relación 300 racial de las diversas tribus y naciones y su
origen común desde Noé, al paso que el pasaje del cap. 11: 10-26 presenta el
origen exacto del pueblo elegido de Dios a través de las muchas generaciones
que transcurrieron. Esta es una continuación de la lista de las generaciones
desde Adán hasta Noé tal como se presenta en el cap. 5. Los primeros cuatro
descendientes de Sem, ya enumerados en la parte semítica del cuadro de las
naciones, son repetidos aquí para mostrar el origen directo de los hijos de
Taré a través de Peleg.
Sem, de edad de cien años.
Esta declaración muestra que Sem era dos años menor que Jafet (ver com. de cap.
5: 32)
Fuera de duda, los nombres presentados son personales y no denominan tribus,
tal como lo indica la edad exacta dada para cada hombre cuando nació su
primogénito, a través del que continúa la línea genealógica, y la duración
posterior de su vida. La observación de que algunos de los nombres, tales como
los de Arfaxad o Heber, aparecen también como nombres de tribus en el cap. 10:
21, 22 no es un argumento válido para poner en duda la existencia real de los
hombres aquí nombrados.
11.
Vivió Sem, después que engendró a Arfaxad.
Puesto que la fórmula usada por Moisés en los vers. 10 y 11 es un modelo de los
breves esquemas biográficos que siguen, no es necesario comentar en detalles
los vers. 12-26. Una notable diferencia entre la fórmula usada aquí y la del
cap. 5 es la omisión de la edad total de cada persona que está en la lista del
cap. 11. Sin embargo, nada se pierde porque en cada caso la edad total de cada
hombre puede computarse fácilmente sumando los años que tenía cuando nació su
primogénito con los años restantes de su vida. Es desconocida la razón que
tuvo Moisés para hacer esta diferencia en el estilo de las dos listas.
12.
Arfaxad.
Ver com. de cap. 10: 22. Antes del diluvio, la edad promedio de los padres
cuando nació su primogénito había sido de 117 años (la menor 65, la mayor 187
años); pero después del diluvio disminuyó a 30-35 años, aunque Taré y Abrahán
engendraron hijos a una edad excepcionalmente avanzada.
La misma disminución se advierte en la edad total de los seres humanos después
del diluvio. Aunque Noé mismo alcanzó la edad antediluviano de 950 años, la
edad de Sem fue sólo de 600 y la de su hijo Arfaxad nada más que 438 años. En
las generaciones sucesivas continuó el proceso, de modo que Nacor, el abuelo de
Abrahán, vivió sólo 148 años. La gran disminución de la vida después del
diluvio pudo haberse debido parcialmente a cambios climáticos. Más importante
todavía fue el cambio en el régimen alimentario, del vegetarianismo a un
régimen que incluía la carne de animales (PP 98; CRA 467). Con cada generación
sucesiva, la raza humana fue perdiendo más y más la herencia de vigor físico de
Adán y, posiblemente el efecto vigorizante del fruto del árbol de la vida.
13.
Sala.
"El que fue enviado". Este es un nombre semítico, también usado entre los
colonizadores fenicios de Cartago en el norte del África.
14.
Heber.
"El que cruza". Puesto que los descendientes de Heber habían de cruzar el
Eufrates y emigrar hacia Siria y Palestina, este nombre quizá indique
discernimiento profético de parte de sus padres (ver com. de cap. 10: 21).
16.
Peleg.
Significa "división" (ver com. de cap. 10: 25).
18.
Reu.
Significa "amigo" o "amistad". Posiblemente es una abreviatura de Reuel,
"amigo de Dios", el nombre de varios personajes bíblicos (Gén. 36: 4; Exo. 2:
18; Núm. 2: 14).
20.
Serug.
Quizá signifique "el entrelazado", "el enredado" o "rama de la vid". No es
seguro cuál fue el significado que se tuvo en cuenta.
22
Nacor.
"El que resopla". Quizá tuviera algún impedimento en su habla.
24.
Taré.
No tiene significado en hebreo, pero en el idioma ugarítico, relacionado con el
hebreo, significa "novio".
26.
Taré vivió setenta años.
Este texto parece implicar que Abram, Nacor y Harán eran trillizos, nacidos
cuando su padre Taré tenía 70 años. Que eso no fue así, es evidente por las
siguientes consideraciones. Taré murió en Harán a la edad de 205 años (cap.
11: 32). Abram fue a Canaán a la edad de 75 años (cap. 12: 4). Abram fue
invitado a dejar Harán después de la muerte de su padre, como se declara
explícitamente en Hech, 7: 4. De modo que Abram no puede haber tenido más de 75
años cuando murió su padre, y Taré tenía por lo menos 130 años cuando 301
LA CRONOLOGÍA DEL CAPÍTULO 11 DEL GÉNESIS
nació Abram. Por lo tanto, el pasaje del cap. 11: 26 significa que Taré comenzó
a engendrar hijos cuando tenía 70 años. Abram, el menor de los tres hijos, es
mencionado primero debido a su importancia como progenitor de los hebreos.
Aunque no es seguro cuál de los otros dos hijos de Taré -Nacor o Harán- era el
mayor, el hecho de que Nacor se casara con la hija de Harán (cap. 11: 29) puede
indicar que Harán era mayor que Nacor (ver com. de cap. 5: 32).
Abram.
"Padre de elevación" o "padre exaltado", para destacar su puesto de honor como
progenitor del pueblo escogido de Dios. Su nombre fue más tarde cambiado por
Dios a Abrahán (cap. 17: 5). Este mismo nombre aparece en los registros
egipcios como el de un gobernante amorreo de una ciudad palestina en el mismo
tiempo cuando vivió Abram. Aparece también en documentos cuneiformes
contemporáneos de Babilonia, lo que muestra que el nombre no era desconocido.
Nacor.
Este hijo de Taré tuvo el mismo nombre que su abuelo.
Harán.
Este nombre no tiene significado en hebreo. Similar a Harán es Jarán, la
ciudad donde se estableció Taré. El nombre de la ciudad, relacionado con la
raíz de una palabra asiria que significa "camino real", quizá indique su
ubicación sobre una de las principales rutas comerciales entre Mesopotamia y el
Mediterráneo.
Así como fue el caso en lo que atañe a la cronología antediluviana, el
Pentateuco Samaritano y la LXX dan a los patriarcas del período comprendido
entre el diluvio y el nacimiento de Abram, vidas considerablemente más largas
que el texto hebreo y las traducciones modernas basadas en él (ver comentario
del cap. 5: 32). Al paso que la VVR computa 352 años entre el diluvio y el
nacimiento de Abram, la versión Samaritana presenta 942, y la LXX 1.132, o bien
1.232 (según variaciones del texto; véase la pág. 189).
Sin embargo, la inserción que hace la LXX de Cainán entre Arfaxad y Sala quizá
sea justificada. En esto la LXX está confirmada por Lucas, que también ubica a
Cainán en ese lugar (Luc. 3: 35, 36). A pesar de la aparente discrepancia
entre Moisés (y 1 Crón. 1: 24) por un lado, y Lucas y la LXX por el otro, no
existe una dificultad verdadera. Las Escrituras contienen numerosos ejemplos
llamativos de la omisión de nombres de las listas genealógicas. 302 Por
ejemplo, Esdras al remontar su propio linaje hasta Aarón omite por lo menos
seis nombres (Esd. 7: 1-5; cf. 1 Crón. 6: 3-15).
En la genealogía de Jesús presentada varios siglos más tarde por Mateo se han
omitido cuatro reyes de Judá y posiblemente otros antepasados de nuestro Señor
(ver com. de Mat. 1: 8, 17). Por lo tanto, la posible omisión que hace Moisés
al eliminar a Cainán de la lista de Gén. 11: 10-26, no debiera considerarse una
inexactitud sino más bien un ejemplo de una práctica común entre los escritores
hebreos.
Cualquiera sea el caso, la lista dada por Moisés debe considerarse bastante
completa. Elena G. de White se refiere (PP 117) a una "línea ininterrumpida"
de hombres justos -desde Adán hasta Sem- que transmitieron el conocimiento de
Dios que heredó Abram. Algunos han interpretado esta declaración en el sentido
de que Abram probablemente fue instruido personalmente por Sem. Si es así,
entonces Abram nació algunos años antes de la muerte de Sem, la que ha sido
ubicada 500 años después del diluvio.
Los que llegan a esta conclusión basándose en el pasaje ya mencionado, infieren
que el mismo apoya el texto hebreo en oposición a las cronologías de la época,
tanto de la Samaritana como de la LXX, y hace imposible que haya un número
considerable de omisiones en la lista genealógica de Moisés. Hasta que se
disponga de más información cronológica definida, la cronología de los
acontecimientos anteriores al nacimiento de Abram debe considerarse tan sólo
aproximada. Con el advenimiento del patriarca Abram llegamos a un fundamento
para estructurar una cronología más sólida.
27
Taré.
Hasta aquí Moisés ha narrado la historia de toda la humanidad. En adelante, el
registro inspirado se refiere casi exclusivamente a la historia de sólo una
familia: el pueblo elegido de Dios. En el resto del AT, por lo general se
presta atención a otras naciones sólo cuando se relacionan con el pueblo de
Dios.
Harán engendró a Lot.
Lot, "el oculto". Se presenta a Lot debido al papel que iba a jugar como
compañero de Abram en la tierra de Canaán y como progenitor de los moabitas y
amonitas.
28.
Murió Harán antes que su padre.
Literalmente, "en el rostro de su padre", con el significado de "mientras su
padre todavía estaba vivo", o, "en la presencia de su padre". Esta es la
primera mención (aunque no sea necesariamente el primer caso) de un hijo muerto
antes que su padre.
Ur de los caldeos.
Tal como lo demuestran documentos escritos y excavaciones recientes, la ciudad
natal de Harán tuvo una historia larga y gloriosa. Las ruinas de Ur han sido
conocidas por mucho tiempo con el nombre moderno de Tel el-Muqayyar, y se
encuentran más o menos a mitad de camino entre Bagdad y el golfo Pérsico.
Entre los años 1922 y 1934 una expedición conjunta británico-norteamericana
llevó a cabo lo que ha resultado ser una de las más fructíferas excavaciones de
toda la Mesopotamia. Algunas tumbas reales de una dinastía remota entregaron
su fabuloso depósito de tesoros. Las bien preservadas ruinas de casas, templos
y un templo en forma de torre, han proporcionado una riqueza de material con la
cual podemos reconstruir la fluctuante historia de esta ciudad que jugó un
papel tan importante desde los albores de la historia hasta el tiempo del
imperio persa. Cuando Abram vivió en ella, en los comienzos del segundo
milenio AC, la ciudad poseía una cultura excepcionalmente elevada. Las casas
estaban bien construidas y por lo general tenían dos pisos. Las habitaciones
de la planta baja se agrupaban en torno de un patio central y una gradería
llevaba a la planta alta. La ciudad tenía un sistema de desagüe eficaz, mejor
que el de algunas ciudades actuales de ese país. Se enseñaba lectura,
escritura, aritmética y geografía en las escuelas de Ur, lo que resulta
evidente por los muchos ejercicios escolares que han sido descubiertos. En el
AT esta ciudad generalmente es llamada "Ur de los caldeos", expresión que
todavía no ha sido encontrada en los textos cuneiformes de Mesopotamia. Allí
simplemente se la llama "Ur". Sin embargo, se sabe que la región de Ur fue
posteriormente habitada por tribus caldeo-arameas, que pueden haber llegado un
poco antes (ver com. de cap. 10: 22). Esas tribus estuvieron íntimamente
relacionadas con la familia de Taré, y ambas fueron descendientes de Arfaxad.
El recuerdo de ese vínculo familiar se mantuvo vivo porque los descendientes
siempre se refirieron al hogar familiar original como Ur en Caldea, o "Ur de
los caldeos".
El elevado nivel cultural de Ur en el tiempo 303 de Abram acalla las burlas de
los que tildan a Abram de nómada e ignorante. El pasó su juventud en una
ciudad de refinada cultura, siendo hijo de uno de sus ciudadanos acaudalados y
sin duda era un hombre bien educado.
También Abram debe haber estado familiarizado con la vida religiosa de Ur, que
era politeísta como lo demuestran las excavaciones. Josué declara que Taré,
padre de Abram, había servido a otros dioses en Ur (Jos. 24: 2). Se puede
suponer que los demás hijos de Taré hicieron lo mismo, pues Raquel, esposa de
Jacob, robó los ídolos de su padre Labán que era nieto de Nacor, hermano de
Abram (Gén. 31: 19). Es un milagro que la fe monoteísta de Abram permaneciera
intacta frente a las influencias paganas que lo rodeaban.
29.
Tomaron Abram y Nacor para sí mujeres.
Milca, esposa de Nacor, era hija de su hermano Harán y por lo tanto su propia
sobrina. Sara, la esposa de Abram, era su medio hermana, hija de Taré con otra
esposa que no era madre de Abram (cap. 20: 12). El casamiento con una medio
hermana y con otros parientes cercanos posteriormente fue prohibido por el
código civil mosaico, aunque evidentemente todavía era permitido en el tiempo
de Abram (ver Lev. 18: 6, 9, 14).
Isca.
No es claro por qué se menciona aquí a Isca, otra hija de Harán. Siguiendo una
antigua tradición judía, algunos comentadores han visto este nombre como otro
nombre de Sara, la esposa de Abram. Otros piensan que era la esposa de Lot. No
hay una base fundada en hechos para ninguna de tales suposiciones.
30.
Sara era estéril.
Esta declaración parece implicar un contraste con Milca, la cuñada de Sarai
(cap. 24: 24) y anticipa la gran importancia de la esterilidad de Sarai en la
prueba de fe de Abram.
31.
Salió.
Las Escrituras presentan claramente que Abram fue aquel a quien Dios se le
reveló en Ur de los caldeos, y no a Taré como podría inferirse por este pasaje
(PP 119). Esteban dijo a sus oyentes que Abram había salido de la
"Mesopotamia, antes que morase en Harán", en respuesta a una orden explícita
que le dirigió Dios personalmente (Hech. 7: 2, 3). Posteriormente Dios le
recordó a Abram que él lo había sacado de Ur de los caldeos (Gén. 15: 7), no de
Harán (ver también Neh. 9: 7). Llegamos a la conclusión de que Abram fue
llamado en dos etapas. La primera mientras vivía en Ur, fue para que dejara a
su tribu ancestral, pero la segunda en Harán, fue para que abandonara a sus
parientes inmediatos, aun la casa de su padre (Gén. 12: 1). Cuando Abram
recibió el primer llamamiento, obedeció inmediatamente y dejó el antiguo
ambiente para encontrar un nuevo hogar en el país que Dios le prometía
proporcionarle. Debe haber tenido una influencia considerable sobre su padre
Taré, sobre su hermano Nacor y su sobrino Lot, porque todos ellos eligieron
acompañarle. Nacor no es mencionado como uno de los que salieron de Ur con
Taré y Abram, pero si no salió en esta ocasión, debe haber proseguido un poco
después (ver cap. 24: 10). Aunque Abram recibió el llamamiento en Ur, todavía
vivía bajo el techo de su padre, de modo que esperó que su padre tomara la
iniciativa del viaje, si es que estaba dispuesto a hacerlo. Evidentemente Taré
consintió y, como cabeza del hogar, se puso al frente de las operaciones de
traslado. La educación oriental requería que se mencionara a Taré actuando
como cabeza de su hogar. Hubiera parecido como algo completamente fuera de
lugar decir que Abram llevó a su padre Taré.
Para ir a la tierra de Canaán.
Esto indica que Canaán fue su destino desde el mismo principio. Había dos
posibles rutas para viajar desde Ur, en la Mesopotamia meridional, hasta
Canaán. Una llevaba directamente a través del gran desierto de Arabia, pero
una gran caravana formada por manadas, rebaños y muchos siervos posiblemente no
podía atravesar un territorio tal. La otra ruta iba por la parte superior del
Eufrates, a través del estrecho desierto de la Siria septentrional y luego por
el valle del Orontes hacia el sur hasta Canaán. Evidentemente ésta fue la ruta
por la cual debían viajar ellos.
Vinieron hasta Harán.
Harán está sobre el río Balik, en el norte de la Mesopotamia, a medio camino
entre Ur y Canaán. No se da la razón para esta interrupción del viaje, pero
puede haber sido ocasionada por lo atrayente de la región, o más probablemente
por la edad avanzada y la debilidad de Taré. Harán se convirtió, para la mayor
parte de la familia, en un lugar permanente de residencia, lo que quizá
implique que los atractivos de la región pueden haberlos inducido a la decisión
original de detenerse allí. Los valles del Balik y del 304 Quebar contienen
fértiles campos de pastoreo. Es posible que toda la región estuviera muy poco
poblada y pareciera ofrecer excelentes posibilidades de aumentar la riqueza de
la familia antes de que prosiguieran hacia Canaán. Cualquiera que haya sido la
razón, Taré y su familia acamparon en un lugar que llamaron Harán, quizá como
homenaje a su hijo y hermano que había muerto en Ur. Debido a una leve
diferencia entre la forma hebrea de escribir el nombre de Harán, hijo de Taré,
y el de la ciudad Jarán, resulta incierta la relación de los dos.
La evidencia de cuán firmemente se establecieron los tareítas en su nuevo hogar
se ve claramente, porque varios de sus nombres familiares se arraigaron en las
ciudades de la región durante siglos, y en algunos casos durante milenios.
Harán, ciudad importante durante el segundo y el primer milenio AC, quizá haya
recibido ese nombre en homenaje de Harán, como ya fue sugerido. El recuerdo de
Peleg persistió en el nombre de la ciudad Paliga, en la desembocadura del río
Jabur. Nacor dio su nombre a la ciudad de Nacor (cap. 24: 10), posteriormente
llamada Til-Nahiri, cerca de Harán. El nombre de Serug se refleja en la
localidad vecina de Sarugi y el lugar Til-sha-turahi sobre el río Balik quizá
perpetúe el nombre de Taré. Los nombres de estos lugares son una evidencia
clara de que la familia de Taré ocupó esta región en tiempos antiguos.
32.
Murió Taré en Harán.
No se dice cuánto tiempo vivió Taré en Harán. En vista de la proverbial
prontitud de Abram para obedecer a Dios, parece muy poco probable que él
hubiera permanecido en Harán durante muchos años, sabiendo que el Señor quería
que fuera a Canaán, a no ser debido a la edad o enfermedad de su padre. Es más
probable que Taré se detuviera durante un tiempo cerca del río Balik para
restablecerse, y no que la atracción de la zona lo hubiera inducido a olvidar
su propósito. En tales circunstancias, la piedad filial habría mantenido a
Abram cuidando solícitamente de su padre. Todos habrían pues permanecido en
Harán con el propósito de reanudar su marcha cuando se sanara Taré. Cuando él
murió, Abram y Lot siguieron adelante con su plan original, pero otros miembros
de la familia fueron cautivados por la fertilidad de la región y no estuvieron
dispuestos a dejarla.
Al igual que Moisés algunos siglos después, Taré no entró en la tierra
prometida. Estamos obligados a recordar nuestra condición de peregrinos porque
muchos de los fieles hijos de Dios mueren en su camino a la Canaán celestial.
Sin embargo, lo grave de la muerte de Taré no fue nada en comparación con la
decisión de Nacor de permanecer en Harán. El y su familia, voluntariamente, se
apartaron de las promesas de Dios rehusando acompañar a Abram hasta la tierra
prometida. Como resultado, finalmente ellos y sus descendientes desaparecieron
del escenario de la historia, al paso que Abram y su posteridad permanecieron
por siglos como el receptáculo del favor especial de Dios y el canal de la
bendición celestial para el mundo.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-9 PP 110-116; SR 72-75
2, 4 CV 43; PP 112
5 CV 43; PP 115
5-7 PP 113
8 PP 113
9 8T 215
28 EC 16
31 PP 119

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